Quiero que tengas largas conversaciones que duren horas, de esas en que hablas de todo y de nada; de tus sueños, de defectos, de qué superpoderes te gustaría tener, de expectativas rotas y por cumplir y sobre todo, de qué desayunan los campeones. Que te pierdas en algún punto para encontrarte luego con una mejor versión de ti mismo. Que conozcas a alguien que haga tambalear la mitad de tus principios. Que bailes a cualquier hora en cualquier rincón y cantes a todo pulmón, a riesgo de que llueva durante 10 días seguidos. Canta en la ducha y alégrale el día a los vecinos. Que tengas resacas del 15 y que sean la prueba infernal de una noche épica. Que aprendas a cocinar tu plato maestro y que lo compartas. Compartir siempre es vivir. Que seas políticamente incorrecto a veces. Joder, sé un poco más maleducado alguna vez. Que te equivoques y la cagues, aunque no aprendas nada luego. Que tengas muchas noches de birras y tapas o de vino y queso o de copas en buena compañía. Que tengas le mejor cita de tu vida, aunque dure una sola noche. Que cierres capítulos y empieces de nuevos. Que viajes mucho y bueno. Donde sea. Cuando sea. Con quien sea. Quiero que dejes de tener miedo, que dejes de ponerte límites y que dejes tus yo nunca, yo que va, yo ni de coña a un lado. Quiero que (te) corras como si no hubiera mañana, ya sabes “mente sana in corpore sano”. Que crees tu propio récord de lo que sea. Que llames a esa persona que tienes en la cabeza o le envíes un mensaje, o un email (pero no te pases, que de ahí al acoso hay solo un paso). Que te vayas a la aventura. Signifique lo que signifique para ti. Ni lo pienses.
Que lo hagas, y sobre todo que sea solo por ti.