A medida que sumamos años, sumamos experiencias que nos definen mejor o peor, pero que conforman nuestra historia personal.
Sin embargo, las vivencias que contamos hoy no son las mismas a las que acudíamos 6 años atrás. Con el paso del tiempo, cambiamos nuestro discurso y la forma cómo nos mostramos.
Dejamos atrás, medio dormidas, muchas experiencias que fueron importantes en su momento. Más que dejarlas atrás, supongo que las guardamos en un cajón y nos olvidamos que (nos) sucedieron.
No hablamos de ellas y muchas veces, ni tan siquiera, llegamos a contarlas jamás. ¿Cuánta gente pasa por nuestra vida sin llegar a conocerlas? En cambio, probablemente en su momento, salían a colición de una forma u otra.
Hay dos experiencias que, de alguna forma, fueron un antes y después para mi y que hoy en día parece que ni tan siquiera existieran. A ratos me da la sensación que las vivió otra persona y que son ajenas. Como si te la hubieran contado tan bien que casi fueras capaz de hacértela tuya. O como si la hubieras soñado y estuviera en ese limbo en realidad y ficción.
¿No te ha pasado jamás? Lo de los sueños, quiero decir. Tienes un sueño tan real y detallado que al cabo de unos días piensas en esa situación y no sabes si es real o no. A mi me ha pasado alguna vez, pero en realidad, como el sueño siempre es increíble cuando me doy cuenta que no sucedió, me siento un poco engañada.
Se terminó el paréntesis.
Las dos experiencias de las que hablo, se dieron en una misma época. Debía tener unos 20 años aproximadamente (¿cómo de duro es darse cuenta que eso sucedió hace 9 malditos años?). Y durante mucho tiempo esas experiencias, de alguna forma, me definieron.
La primera fueron mis semanas en un campo de refugiados. Dios, cuando lo pienso… yo estuve ahí. Lo ví con mis propios ojos. No voy a decir que lo viví porque obviamente estaba haciendo de voluntaria y estás en una posición distinta por muy heavy que pueda parecerte la situación.
La otra fueron mis casi dos años de voluntaria en un hospital. Aquí tengo sentimientos encontrados. Había días sumamente increíbles y otros asquerosamente duros.
Digo que estas experiencias me definieron. Pero sería más acertado decir que yo quería que me definieran. Quizá es que en esa época fue cuando me di cuenta que esa podía ser mi vida; creía ciegamente que me dedicaría al mundo de las causas sociales, ONG y demás.
Sin embargo, al final me di contra la realidad. No sé si encontré algo que me apasionaba más o si realmente no hubiera sido capaz de dedicarme a ello. Porque al fin y al cabo, esas experiencias te las llevas a casa y acaban por definir tu día. Supongo que es algo cobarde tomar esta decisión. Cerrar los ojos y decidir que prefieres la tranquilidad.
Pero también hay que saber hasta dónde somos capaces de llegar.
Y siempre he tenido claro que ese camino me hubiera dejado fuera de juego.