Encontrar(se) nunca es fácil.
Crees que sabes quién eres, que todo marcha bien hasta que simplemente dejas de saberlo. Sucede algo que (te) hace cuestionarlo todo.
Y a partir de ahí, nada es igual.
Puedes ignorarlo, obviamente. Nadie te obliga a seguir ese nuevo planteamiento, o esa incertidumbre que se cierne sobre ti.
Lo obvias y sigues con tu vida tal cual.
Ningún problema.
El verdadero problema llega si no desechas ese run run que empieza a sonar dentro de ti, si le das cancha y espacio para que se reproduzca libremente. Y créeme, se va a propagar cómo un maldito virus, infectándolo todo.
Suena muy deprimente, lo sé. Quizás estás pensando en cerrar la puerta al primer resquicio de duda que se te presente.
No lo hagas.
No te permitas cometer ese (a mi juicio) error.
Cuando aparecen las dudas acerca de uno mismo es que hay algo que no marcha bien. Y es tu oportunidad de llegar más lejos y de beberte la vida a manos llenas. De ser una versión mejor de ti mismo. Lo sé, suena a libro de autoayuda. Ahora llegaría el momento de darte unos cuantos tips o pasos para reencontrarte.
No voy a hacerlo porque ni tan siquiera yo sé cómo descubrirse a uno mismo.
Pero hay algo que sí sé. En estos momentos de estar más perdido que un pulpo en un garaje, es cuando debes coger al toro por los cuernos y batallar. Batallar por ti. Por quién quieres ser. Por qué es lo que quieres de ti mismo. Por entrerrar los demonios del pasado que no te dejan avanzar, básicamente esos miedos, esas creencias preconcebidas y falsas que te has impuesto y que lo único que hacen es joder. Y mucho.
Lánzate a la aventura sea lo que sea que eso signifique.
Ostias te vas a llevar se-gu-ro.
Pero también vas a llegar a alguna parte con unas vistas es-pec-ta-cu-la-res y que curan cualquier mal.