#BONITALAVIDA #OVERTHINKING

DEL ARTE DE HACER PREGUNTAS

Soy de pensar que hacer preguntas es un arte poco valorado pero muy necesario. (¿No has escuchado nunca eso de que debes inventarte tus propias virtudes?)

Me considero experta nivel muy avanzado en este arte. Creo que uno de los puntos que me definirían sería precisamente este: soy capaz de hacer una cantidad de preguntas indecentes a una velocidad asombrosa. Nunca me quedo sin ellas, nunca me canso. Y puedo hacerlo de cualquier tema. CUALQUIERA, ninguno se me resiste.

A los demás les suele parecer bien. Diría que en parte porque nos encanta ser protagonistas y ser el centro de atención de algo – o alguien en este caso – y a mí ya me vale. No necesito que vengan de vuelta. De hecho, no quiero que se produzca el efecto boomerang.

Empiezo cualquier relación con esta premisa: soy muy preguntona. Y a partir de ahí, empiezo a disparar. Sin cesar y sin cortarme ni un pelo. Y debo confesar, que suelo hacer preguntas más bien raras. Me interesa más bien poco saber qué haces con tu vida. Me apetece más saber si te gusta y es lo que soñabas hacer. A partir de ahí, todo se vale.

Diría que, en parte, es mi vena de psicóloga haciendo de las suyas.

Pero siempre fui así de pesada. Todos los niños pasan por la fase del por qué. Empiezan a desarrollar su lenguaje así como su pensamiento. Necesitan conocer. Yo me aferré a esa fase del por qué como si no hubiera mañana, tanto que aún no he salido de ella.

Lo bueno de hacer preguntas a destajo es que el tiempo que te queda para tener que contar algo de ti empieza a reducirse. Y que puedes contar realmente lo que té de la maldita gana, sin tener que buscar demasiado dentro de ti las palabras. Supongo que al final, es como un guion. Ya sabes qué responder en cada ocasión y… ¡Chas! el tiempo se consume sin que la otra persona sepa realmente nada de ti. O que sólo sepa aquello que has querido contar, dado que evidentemente me sé la respuesta de todas las preguntas que suelo hacer.

A veces creo que esta manía mía solo es una prueba. Algo así como testear si puedo abrirle las puertas a la persona en cuestión, si será capaz de asumir el reto que supongo la mayor parte de las veces. Pero otras creo que me apetece demasiado saber acerca de los demás. Me encanta jugar a descubrir cómo es la persona que tengo delante. Hacer clasificaciones, saber pequeños detalles que en general se nos escapan y tener la posibilidad de llegar a comprender a otra persona. Siempre he pensado que era mucho más fácil que tratar de hacerlo con una misma.

Cualquiera diría que soy tímida y no una persona súper extrovertida que habla por los codos y ha nacido para ser entrevistadora.

Como cuando empiezo a hacer preguntas y nadie es capaz de callarme ni bajo el agua.

Bueno, más de uno lo ha intentado a besos.

Obviamente no lo ha conseguido.