Cuando empecé la aventura de mi propia independencia me fui a la gran urbe a vivir. No concebía irme a vivir sola para estar a 5 minutos de la casa familiar.
Me independicé con 22 años, temprano comparado con la mayor parte de mis amistades.
No vivo en una gran ciudad, ya viví en una y dudo que, a menos que esa gran ciudad sea Madrid o Nueva York, vuelva a vivir en otra. Nunca digas nunca, pero aunque lo normal suele ser querer vivir en ciudad, en mi caso, tengo más claro que el agua que voy a vivir en un pueblo.
En este punto debería hacer una pequeña aclaración. Digo y seguiré predicando, a los cuatro vientos, que vivo en un pueblo, pero en realidad, vivo en una ciudad. A mi favor déjame que te cuente que el centro es como un pueblo y que nos consideramos totalmente distintos a la gente que vive en la perifería.
Vivir en un pueblo de playa es genial. A ver, no nos engañemos, de principios de diciembre a marzo, vida poca. No cuentes con bares y locales abiertos a diario, ni planazos. Eso no va a pasar.
Pero cuando llega el buen tiempo… eso ya es otra cosa
Vivir en la costa es danzar a otro ritmo.
- Durante el fin de semana, festivos y vacaciones, te levantas y te pones el biquini/bañador/loquesea. (Si trabajas desde casa, lo haces a diario)
- Entre mayo y octubre pasas más tiempo en chanclas que con cualquier otro zapato. Para ir por casa, para ir a la playa y para hacer cualquier recado. Vas al súper en chanclas, a la farmacia en chanclas y a hacer fotocopias en chanclas también. No hay más.
- Igual que vas en chanclas a todas partes, está socialmente aceptado ir en pijama al súper si es necesario. En invierno canta un poco más (aunque me suele dar más bien igual), pero ¿en verano? Vale que es extrañamente sospechoso que los shorts i la camiseta combinen tan bien y tengan ese estampado pero oye, si alguien tiene algún problema conmigo y mi pijama que se aguante.
- Tengo como 15 biquinis distintos y sólo 2 decentes. Con decente quiero decir que conservan su color y forma original.
- Esa ropa de playa tan requetemoníssima que venden en oysho, women’s secret y demás, no es la que usas para ir a la playa. Para hacer un trayecto de dos minutos a pie te pones lo primero que encuentres y cómo más viejo mejor ( y si es solo una camiseta XXL de publicidad, pues tira millas). Cuando vas a diario a la playa no necesitas outfits bonitos porque, total, siempre están los cuatro de siempre. Y lo mismo con los biquinis. Un par bonitos por si algún día vas a alguna parte o de vacaciones, pero los demás, descoloridos, sin conjuntar y de hace como 80 temporadas.
- ¿Las siestas? ¡En la playa! Después de comer en casa, vuelves a bajar a la playa para echarte un par de horitas y reponer fuerzas. (o quedarte medio tonto por el sol).
- Eso de tener que esperar pacientemente a que una mesa se vacie o hacer un sprint para quedarse con la última mesa de la terraza de un bar es inconcebible. Aquí hay bares con terraza para aburrir y en verano no se concibe tomarse una caña dentro de ningún bar.
- Tenemos monólogos, conciertos, y cine en la playa durante toooda la semana. Sí, cada noche hay algo que hacer. Bueno, cada noche hay mil cosas a hacer, lo complicado es elegir qué prefieres. (gente de ciudad muriéndose de envidia en 0,)
- Si hace frío o el agua no está muy limpia no tienes por qué bañarte. Esto lo digo porque los que no viven al lado del mar se empeñan en meterse en el agua sí o sí siempre. Cuando sabes que mañana puedes volver, pues pasas un poco mucho.
- Puedes dejar los bártulos en la arena e irte a bañar sin miedo de ser atracado. No suele pasar. Vas echando un vistazo y tira millas. El siguiente nivel es dejar la toalla ahí y subir a casa con la calma a buscar algo, a comer o lo que sea. Sabes que seguirá en su sitio.
Cualquiera me dice a mi que me vaya a vivir a otra parte.