No estaba pensando en nada.
La mayor mentira que he contado, que cuento y que, quizás algun dia, te contaré.
En el tiempo que tardas en coger la caña de la mesa, acercártela a los labios, darle un sorbo y volverla a dejar, un mínimo de dos pensamientos distintos ya han cruzado mi cabeza. Me miras y quizás te estoy mirando (jamás a los ojos, ya lo sabes), o miro a un punto fijo o voy cambiando mi mirada de dirección. Pasan varios minutos y sigo sin decir nada, no he hecho ningún comentario. Qué raro, no hay ni una de mis malditas preguntas.
Y me preguntas en qué pienso. Si te respondo sinceramente es que te tengo mucha confianza o que estaba pensando en una estupidez.
Pero probablemente te diré: oh, no estaba pensando en nada en concreto, tenía la mente en blanco.
Mentira. Obviamente.
¿En qué pienso?
En ocasiones estoy haciendo algún tipo de reflexión acerca de lo que me acabas de contar. Valorándolo de algún modo. No necesariamente te estoy juzgando, simplemente me pongo en tu lugar o me imagino desenvolviéndome en esa situación o lo que sea. Y mido el grado de proximidad, semejanza de caracteres y modus operandi que existe entre ambos. Su resultado determinará las posibilidades de que sigamos con nuestra relación (sea cuál sea) y la cantidad de interacciones que pueden quedarnos. En ocasiones me da por jugar a ser pitonisa y pongo un número al azar, a ver si acierto. Cuando es una potencial cita o llámalo X, obviamente estoy decidiendo si esto puede tener una próxima cita o si no. Todo suma y todo resta y el empate jamás es sinónimo de un buen resultado.
Otras veces simplemente le doy vueltas a algo que quiero contarte. Sea por placer, porque me preocupa o porque necesito contártelo. Hay veces en que necesito un buen rato para decidir lo qué te voy a contar, cómo hacerlo, qué palabras escoger y cuánta información te voy a dar. Me preparo el discurso mentalmente eligiendo la mejor forma de hacerlo hasta que cojo carrerilla y lo suelto. Con suerte. Otras simplemente se queda en un rincón de mi cabeza hasta que me de por resetear y eliminarlo.
Por último, hay momentos en que sencillamente pienso en algún hecho de mi propia existencia; algo que me preocupa, algo que tengo pendiente, algo que quiero hacer o algo que tengo que contarle a otra persona. A saber. Por mi mente pasan tantos pensamientos en un día que puede ser cualquier cosa. Este es el peor caso de todos porque evidentemente no tiene nada que ver contigo y, o bien hay algo que me preocupa (consciente o inconscientemente) y no soy capaz de contártelo o bien me estoy aburriendo un poco y mi mente divaga. El primer caso tiene un paso, el segundo… Houston tenemos un problema.
Por eso prefiero que no me preguntes en qué estaba pensando.
Porque así, como mínimo, no tengo que mentir.