Hubo una época en que las palabras fluían.
Así sin más.
Llenaba hojas y hojas de letras uniéndose en palabras, que a su vez, aunaban en oraciones para devenir en textos. Quizás, a priori, carecían de sentido alguno pero obviamente detrás de cada uno de ellos había un motivo, un objetivo o sentimientos bailando a través de ellos. Sí, preferentemente melancólicos. Pero yo era así; las imágenes para la comedia, las palabras para la tragedia.
Siempre se me ha dado mejor comunicarme por escrito. Proceso mucho mejor la información y tengo más capacidad para organizarla y construir un mensaje con sentido. No pensamos igual para hablar que para escribir, ya que el lenguaje oral es más espontáneo y pasajero. Además nunca he sido muy crack en eso del lenguaje no verbal. Sé perfectamente qué debo hacer y qué no, pero me lo paso un poco por el forro (no miro jamás a los ojos, me cruzo de brazos, muevo las manos como si tuviera tics, un desastre, ¡vaya!)
La incorporación del sistema escrito supuso un seguido de cambios en las representaciones mentales, ya que la escritura no es una mera transcripción del habla o extensión del lenguaje. La escritura es un sistema de representación que posee rasgos propios que lo diferencian del habla.
Tal como dice Olson (si quieres te hago la citación del APA) “La escritura no sólo nos ayuda a recordar lo pensado y dicho; también nos invita a ver lo pensado y lo dicho de una manera diferente«.
Pero, ¿hasta qué punto la escritura nos posibilita comprender lo que pensamos de forma diferente a cómo lo pensamos?
La escritura nos permite reescribir representacionalmente nuestro propio lenguaje, y elaborar, de forma consciente, nuestros propios pensamientos. Por ejemplo, cualquier texto de este blog: el hecho de tener que buscar de qué forma ordenar mis pensamientos acerca el tema del que quiero hablar y hallar las palabras exactas para elaborar un texto coherente y que refleje con precisión lo que quiero expresar y cómo quiero hacerlo, me permite no sólo realizar una estructura de mis reflexiones, sino también revisarlas, transformarlas y mejorarlas. Al escribir y poner sobre papel (sobre wordpress, que soy millenial y tal y cual) lo que estoy pensando me permite comprenderlo mejor, ya se trate de conceptos complejos como la teoría sintética de la evolución (lo siento, no me quedan fuerzas para contártela) o de mis propias reflexiones acerca de la vida.
La escritura es una forma de comprender el mundo, pero también una manera de comprendernos a nosotros mismos. Mediante la puesta sobre papel de nuestras reflexiones, sentimientos o cavilaciones personales, somos capaces de discriminar exactamente cuáles son nuestras opiniones, o qué es exactamente esa emoción qué sentimos y porqué. Puede parecer que sin el hecho de escribirlo también podríamos ser conscientes de ello, pero no de la misma forma. Al escribir nos vemos obligados a ser precisos, y dejar de lado las explicaciones vagas e indefinidas ya que no podemos contar con recursos del lenguaje no verbal como por ejemplo la entonación, los gestos, las expresiones faciales, etc. (Ok, ahora tenemos emoticonos pero ¡no me fastidies! not the same) Con lo cual requiere un nivel mayor de abstracción ya que debemos expresar con palabras el significado completo. Por ejemplo, un día nos sentimos decaídos anímicamente y decimos: hoy no estoy bien, estoy triste. Nos preguntan la razón y a menos de que sea consecuencia de un hecho muy concreto y específico decimos que no lo sabemos. En cambio, si decidimos escribir lo que sentimos, probablemente seremos más concretos y tendremos la necesidad de intentar describir de forma más exacta qué es lo que nos pasa. La escritura nos permite ser conscientes de la manera cómo representamos el mundo y cómo representamos nuestras emociones, ideas y opiniones y mediante estas representaciones adquirimos conocimientos tanto de lo que nos es externo como de nosotros mismos. Mediante la escritura buscamos el significado de las diferentes dimensiones que conforman nuestra realidad. Tal como sostenía Vygotski (uno de los tops de la psicología del desarrollo) la alfabetización tuvo un impacto tanto sobre la cultura como sobre la mente de las personas.
Debemos tener en cuenta que el lenguaje oral es una actividad espontánea, y los pensamientos muchas veces son fugaces. ¿No te ha pasado nunca que estabas pensando una cosa y de repente no puedes recordarlo? Aquí radica una diferencia muy importante con el lenguaje escrito. Este último implica esfuerzo, es consciente, deliberado y analítico. Además la escritura, al ser permanente y estática, es al fin y al cabo, una forma de poder recordar lo que pensamos y de hacerlo de la manera exacta en qué fue pensado, pero con el plus de que podemos pensar también acerca de ello introduciendo los nuevos conocimientos, puntos de vista, etc,. apoyándonos sobre un soporte. (vamos, que un día leeré esto de nuevo y pensaré «vergüenza ajena»).
Por lo tanto, el hecho de poner por escrito lo que pienso me permite coger una dimensión distinta, formarme una opinión más potente (y discutir con más argumentos ya que estamos).
Por eso me da pena que las palabras ya no fluían como lo hacían antaño, porqué probablemente me pierdo entre pensamientos efímeros. Llegan de sopetón y, sin darme tiempo de parar, considerarlos e inspeccionarlos, se evaporan como las moléculas en estado líquido que se hacen gaseosas espontáneamente.