Nunca he hablado de esto en profundidad.
Lo comento de pasada cada vez que conozco a alguien con quien tengo que mantener una conversación mano a mano. Es una explicación rápida; tengo esto, hace años, no pasa nada. Punto. No hay más.
Quizás porque no he sentido la necesidad, porque no le doy demasiada importancia o porque no soy consciente de ello.
Y, ¿por qué hoy sí? Good question. No sé, simplemente hoy sí.
Tengo hipoacusia unilateral. No escucho absolutamente nada por mi oído derecho. Nada es, literalmente, nada. Tengo sordera permanente de un oído. Y mi vida ha sido totalmente normal, todo hay que decirlo.
Nunca me he planteado cómo sería mi vida con el 100% de mis facultades auditivas porque no tengo ni idea de qué es eso. A pesar de que me imagino que sería como es actualmente, soy consciente de que, probablemente, habría sido bastante distinta.
He leído muchísimo sobre el tema y últimamente, me ha dado por leer sobre experiencias de otras personas con lo mismo. Muchas dicen que se sienten limitadas o perjudicadas, y me da pena, ¿sabes? Ser parcialmente sorda nunca ha supuesto ningún problema, sencillamente es una condición más. Como ser pequeña, tener los ojos marrones o ser rubia, por mucho que intente no serlo. He crecido con un oído y no hay más. Afortunada soy de que uno funcione perfectamente, ¿no?
Pero tampoco voy a mentirte. Al reflexionar sobre el tema me he dado cuenta de todas aquellas situaciones que forman parte de mi día a día y que no suelen ser lo usual. Algunas son un poco más jodidas que otras, pero nada que me impida vivir como puedes hacerlo tú.
Cosas que te pasan cuando tienes hipoacusia unilateral:
- Ir andando con alguien y que esté en el lado equivocado. Suele pasar cuando alguien no te conoce lo suficiente o no está acostumbrado a ti. Yo siempre me coloco en el lado derecho cuando ando con alguien por la calle y no concibo que sea de otra manera, pero siempre hay quien no integra el mensaje a la primera y se empeña en ponerse en el lado que no toca.
- Tener a alguien sentado a mi derecha y que se dedique a hablarme. Ya puede ir hablando que será como si escuchara llover. Esto me produce mucha incomodiad porque miro mucho a esa persona por si me habla y cuando me habla suelo preguntar: ¿Qué? una media de veinte veces. Cuando me canso, sonrío y asiento. Y eso si me entero que me están hablando. Más de una vez me han tachado de borde por no dignarme a contestar.
- Estar en una mesa rectangular, en una cena por ejemplo, sentada en una punta y sin nadie en el lado bueno. Esto es insostenible y te asegura una noche de lo más aburrida. Pero, suelo hacer un sprint considerable, rápida como el viento, para pillar el sitio bueno.
- Estar en una discoteca/Bar con música y que alguien te empiece a hablar al oído que no toca. Creo que debe ser un poco graciosa la situación porqué yo voy girándome constantemente mientras señalo la oreja buena desesperadamente.
- Evidentemente escuchar música en estéreo con cascos es un verdadero problema. La música suele estar hecha de tal forma que en cada auricular hay una parte de la información; ya sea por separación de instrumentos o, peor aún, de voces (Corrandes d’una parella estable de Manel). Sí, sé que hay conversores de estéreo a mono y tal y cual, pero da igual. Me aguanto y punto. Eso sí, la gente suele aprovecharse y relegarme los cascos en qué solo funciona un auricular. Total, ¿para qué quiero dos? Los más avispados intentan cambiármelos directamente.
- No saber nunca cuando suena tu propio móvil. Ya puede ir sonando dentro del bolso que yo como si nada. Mi solución es tenerlo siempre en silencio. Y sin ningún tipo de notificación (ni whatsapp). Bueno, esto último es más que nada por gusto y ganas. Pero me hace un poco más feliz.
- Que te griten en medio de la calle desde a saber tú donde. Creo que esta es una de las peores situaciones para mi, un big deal. Me pone histérica porque no sé de donde viene el sonido, soy incapaz de detectarlo. Empiezo a girar sobre mi misma y mirar hacía todas partes como una loca. Y si encima le sumas que tengo miopía, pues festival. No me llames de lejos, por favor.
- La discriminación es muy jodida y agobiante. No puedo separar ruido de sonido en ambientes muy ruidosos. En cenas o comidas con varias personas es muy complicado mantener conversaciones. Hay muchas conversaciones a la vez y, por mucho que, en teoría, participemos en una, de fondo oímos las demás. Sumale los ruidos externos del lugar y eso es un cóctel. No te enteras de nada, te estresas porque no eres capaz de centrarte en la persona que habla y acabas por desconectar. Esto, quieras que no, te aísla porque no participas en nada, estás como ausente.
- Evidentemente, futuro en la música no tengo. No diferencio un do de un la, ni una escala de sol de una de fa. Además, suelo tener efecto retardado (de unos 30 segundos) para reconocer una canción que está sonando en un bar, la radio o una discoteca. Que conste que mis padres lo intentaron. Me apuntaron a música con tres años y tenían la esperanza que tocara el piano o la guitarra. Esperanza que destrocé cuando a los 7 les dije que nanai de la china, que a música irían ellos porque yo no me enteraba de nada.
- Aprendí a tocar la flauta, como todo niño en clase de música. Pero por mucho ruído infernal que saliera del instrumento siempre aprobaba.
- Orientación. No sé lo que es eso. En realidad quizás no tiene nada que ver, pero ya que estamos lo justifico de alguna forma y tan pancha.
- La pesadilla de los listenings de inglés. Como bien puedes suponer, no entendía nada. Hacer un listening era como tratar de descifrar un jeroglífico del s. V a.C o un crucigrama sin pistas. 0 tras 0. Vale, ya no hago listenings pero me quedó marcado para siempre. Aunque, todo hay que decirlo, no me examiné de esa parte en selectividad y en el FIRST me adaptaron la prueba (leído tres veces por una mujer a 1 palabra por segundo).
- Hay estudios que dicen que solemos tener problemas con el lenguaje, especialmente porque el oído derecho envía la información al hemisferio izquierdo, encargado del lenguaje. Probablemente sea cierto, porque aprender idiomas siempre me ha costado una barbaridad. El inglés creo que he acabado sabiéndolo por años de dedicación, pero mis intentos con el francés quedaron en fracaso. ¡Suerte que jamás quise ser traductora!
- Ante cualquier conversación puedes preguntar «qué» diez veces para tener tiempo a pensar una respuesta digna. Eso a veces viene muy bien.
- Pedir un cambio de sitio cuando no te gusta donde te han asignado. Útil en cenas, eventos y obviamente, en clase. Tan fácil como alegar que era una mala posición para poder atender correctamente las explicaciones del profesor de turno. (Alguna vez no coló y tuve que buscar otro método para salir de ahí).
Dándole vueltas al tema, todo depende de cómo cada uno decida tomarse las cosas. Obviamente que hay momentos incómodos o que me entra el pánico cada vez que me toca otorrino, pero, no es nada. Hay mil cosas peores que podrían pasarme. A mi, a ti y a cualquiera. Pero en la perspectiva está la clave. Saber aprovechar lo que te toca, lo que tienes o lo que te dan.
Al fin y al cabo, todo queda en anécdotas.