Sigo pensándote.
Tantos años más tarde.
Como quien recuerda un primer amor. La única diferencia es que sé, con toda la certeza de la que soy capaz, que no llegué a enamorarme de ti.
Frené a tiempo.
Me frenaste a tiempo.
Pero podría haber caído con todas las letras. Haberme enamorado hasta las trancas y sentir mariposas en el estómago, o lo que sea que sientan los enamorados.
Llegaste sin esperarlo. Una noche tonta, como tantas otras ha habido a lo largo de los años. Llegaste y empezaste con la frase más manida de la historia. Esa de “me suenas de algo”. Esa que en el mismo momento que la estabas pronunciando, los dos sabíamos que era mentira. Pero hicimos ver que nos la creíamos. Fingimos que era cierto y a partir de ese primer cuento, construimos una historia. Porque nunca dejamos de ser la suma de muchas historias.
Fuiste como el clásico amor de verano que se alargó más de lo debido. Y la jodimos. Bueno, me jodiste a mi. O la jodí yo, qué más da.
No sé si fueron todos los principios que me tragué, los yo nunca, los yo que va, pero cuando decidiste las reglas del juego, ya no había vuelta atrás. Los dos sabíamos que iba a aceptarlas y que, aún sabiendo que iba a perder, me convertiría en la mejor jugadora.
¿Sabes? Intenté equilibrar la balanza. Apuntarme muchos tantos. Para mí. A escondidas. Fingiendo que me daba igual. Que tú eras como cualquiera. Y no lo conseguí.
Siempre encontraba defectos en cualquier otro. Constantemente me dedicaba a jugar a las siete diferencias y salías ganando. Y sé, que no querias ganar. Continuamente me faltaba todo aquello que te hacía tan tú y que yo adoraba tanto. Y que jamás te dije, evidentemente.
Tú tirabas de la cuerda a tu antojo y yo te dejaba hacer. Como una marioneta.
Y así seguimos.
Sumando noches.
Cervezas.
Cenas.
Películas.
Conversaciones de todo y de nada.
Historias.
Besos.
Caricias.
Camas improvisadas.
Hasta que pasó lo inevitable. Dudo que me sorprendiera. De lo que ya no dudo es que me dolió. Me dolió como duele una muerte por muy anunciada que esté.
Me dolió tanto que cinco años más tardes sigo recordándote.
Y voy a decirte más.
Por muy mal que me deje eso a mí.
Sigo imaginando como debe ser un mundo paralelo en el que estoy contigo.