Un año más, el frío ha vuelto. Y no de forma paulatina y poco a poco, que va, en tres días hemos pasado de estar tumbados en la playa a morirnos de frío por culpa de una ola de frío polar. (Es literal)
A ratos pienso si solo soy yo, que tengo tolerancia 0 al frío y un umbral muy bajo. Pero no. Abro instagram, abro whatsapps y me doy cuenta que todos estamos igual.
A todos los que habéis deseado el frío y habéis tenido las santas narices de decir: «quiero que llegue el frío ya, estoy harto/a del calor«… Que os den por saco. No sois personas de fiar y os merecéis un destierro a Rusia, Noruega o directamente al Polo Norte.
Y siento decíroslo porque estoy echando a parte de mis seres queridos. Pero eso os pasa por desear estas cosas.
Evidentemente soy la persona más enamoroada del mar, el verano, la playa y las altas temperaturas. De hecho, a menos que haga un calor infernal, yo estoy muy a gustito, y ese calor infernal suele durar una maldita semana, dos a lo sumo. Y jamás me escucharás quejarme. JAMÁS.
No obstante, si hablamos del frío, tengo motivos suficientes y de sobra para quejarme y odiarlo con todas mis fuerzas.
Motivos por los cuáles odiamos el frío
Pierdes toda la dignidad estilística.
Por mucha instagrammer y blogger mona a 5º y nevando, no es mi caso. Cuando hace frío, mi mente se paraliza y lo único en que pienso es en cuántas capas de ropa podré ponerme. Lo que se traduce en ir por la vida sin un ápice de estilo. A veces, voy de valiente por la vida y llevo pantalones tobilleros con deportivas y con un triste calcetín de media (porque todos sabemos que odio las botas a menos que lleven 15 cm de plataforma), pero no quieras saber el frío que paso. Otras paso y directamente me pongo una camiseta térmica y dejo de tener dignidad. Son horrorosas, no sé si realmente cumplen su función pero ya sabes lo que dicen del efecto placebo.
El efecto cebolla.
Obviamente si mi única misión es no pasar frío, voy añadiendo tantas capas como soy capaz. Creo que mi record está en siete: camiseta de tirantes, camiseta manga larga, jersei, sudadera, cardigan y dos chaquetas (#truestory). Evidentemente con unas medias debajo de los pantalones, gorro, guantes y una bufamanta hasta la nariz, no vaya a ser. Después cuando llega el verano todo el mundo cree que he adelgazado, no obstante, en realidad sigo igual que en invierno pero sin las 80 capas de ropa encima.
A las seis de la tarde ya es de noche.
Te lo voy a plantear mejor: sales a trabajar y es de noche. Ya me dirás tú las ganas que tienes de ir a hacer cualquier cosa. Ante este panorama lo único que haces es irte a tu casa y maldecir el trabajo. Ja! ¿Realmente os gusta tanto el frío, listos?
El pánico cada mañana ante la perspectiva de salir de la cama.
Es un #drama cuando abres los ojos y sabes que tienes que separarte de tu querido edredón. No hay despedida más traumática y difícil (o será que soy poco romántica). Y eso que soy una persona tremendamente matutina que abre los ojos y se pone en pie, pero con frío… ya es otro cantar.
El trastorno afectivo estacional existe.
Y no lo digo yo, lo dice el DSM V, que viene a ser la biblia de los psicólogos (también existe la clasificación dada por la OMS pero la verdad es que yo me quedé más feliz que unas pascuas con la del DSM). Básicamente es sentirse más depresivo, alicaido, apático y abúlico durante los meses fríos y renacer cuando llega la primavera. Si buscas el término mi foto aparece ilustrándolo.
La comida de verano es mucho mejor.
Habrá quién dirá que llega el momento de sopas, cocidos y cremas calentitas, como si eso fuera la panacea. Sinceramente yo prefiero un gazpacho, fruta de temporada (que déjame recordarte que la de invierno se limita a plátanos, manzanas, naranjas y poco más), ensaladitas frías, granizados y tal y cual. Ya me dices tú las ganas de irte a tomar una cervecita bien fresquita a pleno invierno. Que sí, las seguimos tomando igual pero, no sienta tan bien como hacerlo en verano.
Las facturas a fin de mes.
Con lo que gastas en agua caliente cuando te duchas, en gas para la calefacción y en luz, no te da la vida. En mi caso el gas se limita al agua caliente porque no encendemos la calefacción después de la factura astronómica que nos llego hace 4 años. Quizás por eso pasamos frío, pero nos sale más a cuenta vivir pegados al calefactor, la verdad.
No hay playa en el sentido lúdico de la palabra.
Y eso es muy deprimente. Encima cuando vas, si hace viento, es imposible estar ahí. Un drama.
Welcome a los meses más #drama del año
Los dos meses más tristes, deprimentes, horribles y traumáticos del año son enero y febrero. Los 5 primeros días de enero tienen un pase, pero, ¿el resto? No hay una maldita fiesta, hace más frio que nunca, se ha terminado la Navidad y estamos tristes, el blue monday… No es necesario que siga, ¿verdad?
Nuestros niveles de vitamina D, decrecen.
La exposición solar es la mayor fuente de vitamina D. Y no te engañes, todos estamos más guapos morenos, oséase que en invierno estás más feo te lo mires como te lo mires.
Podría seguir. De hecho, la lista original tenía más items, pero bueno, ya has entendido el mensaje: el frío es puñetero y toca cojones.
Eso sí, obviamente habrá quién te justifique por qué debe llegar el invierno.
Las justificaciones de los cuatro iluminados que lo esperan con ansías tienen una tasa de rebote del 80%, que en términos de marketing es algo realmente preocupante. Hablando claro, que no hay por donde coger esos argumentos, te lo mires como te lo mires. Y para muestra, un botón:
Argumento núm. 1: Podré ir a esquiar y menudo mono tengo.
Supongo que no es necesario decir que esquiar me gusta lo mismo que un día de lluvía, ¿verdad? Cualquier deporte acuático es cien mil veces mejor. Y además, cuando hace frío las ganas de hacer deporte disminuyen considerablemente solo con pensar en tener que cambiarse la ropa. Ves tu a hacer yoga con un frío polar, que ya verás lo divertido que es.
Argumento núm 2: Es el momento del sofá, peli y manta.
Bueno, bueno, el rey de los argumentos. Probablemente inventado por algun enamorado y encima vago. Si tanto te apetece lo de mirar una peli con una manta, no tienes que esperar al frío; te pones el aire acondicionado a 16º y ya lo tienes. Probablemente será que me aburre sobremanera pasarme un día echada en el sofá con la única misión de ver una película o que apenas soy capaz de ver una película entera, pero menudo despropósito de plan.
Argumento núm 3: Tengo ganas de ponerme un jersey
Pues lo mismo que antes: aire acondicionado a 16º y te pones tu maldito jersey. Vamos a ver, hay noches de verano en que refresca y oye, te puedes abrigar con lo que más te guste. Y sino, te vas a Rusia de viaje y sacas toda la artillería pesada. ¿Para qué tienes que amargarnos al resto?
Argumento núm 5: Es que este calor… no puedo vivir con este calor.
¿Y con el frío sí? El frío te paraliza, te quita la vida y el tiempo. LA de ratos muertos delante de la estufa para intentar entrar en calor.
No hace falta añadir nada más
Ya ha quedado claro que hay muchísimos más argumentos en contra que a favor del frío.