Parecía el match perfecto. O eso era lo que una de mis amigas vaticinaba.
Retrocedamos un poco y pongámonos en contexto.
Martes tarde de principios de enero en una de las tradicionales tardes del té que básicamente significa quedar en casa de alguien y hablar por los descosidos de todo y de nada. Lo de las tardes del té fue un invento de mi señor compañero de piso, las llama así porque nos dedicamos a beber un te y así las he bautizado.
Minuto 10 y llega la clásica pregunta que mis amigas, todas casadas desde tiempos inmemoriables, suelen hacerme como soltera de oro oficial y muy digna del grupo: ¿algún chico o cita a la vista?
La respuesta fue un no como una catedral. Ni me apetece ni hay ningún sujeto susceptible a querer aguantarnos durante una tarde, noche o llámale X.
Y entonces, Mister A. (el compañero de piso más guapo de todos los tiempos), nos embaucó para sacar tinder y jugar.
A la gente emparejada que jamás ha usado Tinder, suele hacerle especial gracia jugar. Se ha llegado a jugar de forma multitudinaria en cenas hasta el punto de querer ponerlo en la tele para valorarlo más a gusto.
También debo añadir que a según quién no le dejo jugar ni harta de vino. Si Mister A. toca la app, me da los peores matchs de la historia literal. Chicos sin camiseta, con cubata en mano, selfies a espejo vista… un #DRAMA en mayúsculas.
Pero bueno, volviendo al tema, el hecho es que abrimos la app y a ello que nos pusimos. No sé si lo he comentado jamás, pero tengo más filtros que la versión de pago de VSCO Cam.
Y ante una duda, por pequeña que sea, la respuesta siempre es NO.
Ese día me di cuenta que tengo amigas con aún más filtros de los que yo tengo. No he visto a nadie descartar sujetos por más motivos. Imagina cuál fue el resultado de dos pequeñas dictadoras con cantidades indecentes de normas, leyes y restricciones: Dar un sí era casi misión imposible.
Pero, aunque parezca mentira, dimos algunos. Lo pongo en plural porque teóricamente era mi perfil, pero los matchs los daba ella.
Y entre esos matchs, mi amiga dio con el chico perfecto, ideal y que parecia más normal de todos: vamos a llamarle C. Casualidades de estas de la vida, me abrió conversación al cabo de un rato y empezó el descubrimiento. Parecía que todo, absolutamente todo, encajaba. La información básica satisfacía tanto mis estándares como los de mi amiga y como a nadie le gusta vivir a través de una pantalla, decidimos dar el paso y conocernos en persona.
Por si no lo sabes, las citas se programan para las 19 de la tarde aproximadamente. Una hora bastante comodín en la que ya está socialmente aceptado beberse lo que te apetezca y a partir de la cuál puedes jugar con facilidad. Si todo va bien, os quedáis a cenar y si no, casualmente has quedado para cenar y a las 21 te tienes que ir. No hay misterio alguno pero es un arreglo bastante sencillo.
Volviendo por vez número 879 al tema que nos concierne, quedé con C para tomar una cerveza y… la magia se evaporó. Todo era perfecto, correcto y el chico muy normal, sin embargo.. no. Quizás fue porque no me reí, quizás fue que no sentí demasiado feeling o vete tu a saber. No es fácil conectar con alguien y llega un punto en que para no estar más a gusto que un arbusto, mejor estar sola.
Aquí tengo amigas que me recurrirán al clásico; el primer día quizás está nervioso o le cuesta soltarte, tienes que darle otra oportunidad. Hay incluso quién recurre a argumentos éticos y emocionales para hacerte sentir como la persona más nazi del mundo.
Pero no.
No.
Y no.
Aunque confieso que me ha sucedido una vez, estoy convencida que esa fue la excepción a mi norma. Si no he sentido feeling con alguien, mis ganas de volverlo a ver disminuyen de forma drástica. Hablando en plata: me da más pereza que ponerme a planchar, que ya es decir.
Creo ciegamente en que entre dos personas hay conexión o no la hay y no me apetece ni perder yo el tiempo ni hacérselo perder a nadie. Por lo tanto, si después de la primera cita no me apetece volver a repetir al día siguiente o en 2/3 días, es que NO va a funcionar.
Quizás me equivoco, quizás me pierdo una gran historia por ello, no obstante, es mi decisión y yo estoy conforme con ella.
Nada más que añadir señoría. Seguiremos dejando que mis amiguis jueguen a tinder e intenten dar un match decente.