Me quiero quedar con la primera sonrisa que me sacaste. La mía, la tuya, aunque deslumbrante, no la necesito para nada. Con esa temperatura otoñal de mediados de octubre. La que tanto te da una mañana de playa como un anochecer fresquito que te obliga a ponerte un jersey.
También con el sabor de esa primera copa de vino blanco que elegí al tuntun, como siempre. Porque no nos engañemos, sigo sin tener ni idea de vinos. Ya que estamos, déjame sumar las dos siguientes copas que tomamos. Y de las aceitunas que insistí en pedir y que prácticamente me comí yo solita.
Ruego que me cedas el momento en que terminamos cogidos de la mano como si no hiciera media hora que nos conocíamos. Y las conversaciones perdidas acerca de ti, de mi, del mundo, aspiraciones y sueños.
Regálame el beso que me diste mientras buscaba un restaurante buceando entre las mil reviews que encontré intentando, como siempre, hacer la mejor elección posible. Pero dejo que te quedes con mi cara de pilla y esa pregunta lanzada con una gran sonrisa de: ¿los besos no se dan después de la cena?
Tu mano cogiendo la mía mientras paseábamos, cédemela. También esa cena de vino y queso en ese restaurante diminuto y medio vacío. Entre besos y palabras que, como bien debes saber, ni tan siquiera recuerdo. Pero me da igual; por una vez no quiero las palabras, quiero la sensación.
Para ti el helado que cogimos como postre mientras recorríamos las calles, aún llenas, ese martes tonto de octubre. Al fin y al cabo, lo pediste tú y yo simplemente gorroneaba un poco cogiendo de aquí y allá.
Llegados a este punto, me pertenece a mi ese «vale, sí» cuándo me propusiste terminar la noche juntos. Aunque te hizo poca falta insistir, quiero creer que me resistí un poco. Técnicamente, fui yo la que acabó cediendo.
Todo lo que sucedió a partir de ahí, podemos repartirlo si quieres. No obstante, te cedo los besos que te dí, las dos mil preguntas que te hice, dormir abrazados y el zumo de naranja que me diste al conseguir sacarnos de la cama (nunca he sido muy fan del zumo de naranja).
Pero si hay algo con lo que realmente quiero quedarme es con esa versión que conseguiste de mi. Si solo pudiera pedirte una cosa, es lo único con lo que, de verdad, quiero quedarme.
Porque estar con alguien debe ser esto; dar con la persona que saque lo mejor de ti sin necesidad de nada más.
Hecho el reparto de bienes, ya podemos firmar el final.