Mis dos mayores bazas son, por un lado, que tengo una memoria autobiográfica bastante buena y, por el otro, que se me da aceptablemente bien escuchar a los demás. Fuera de esto, no tengo ninguna habilidad o talento destacable; ni se me da bien cantar, ni bailar, ni tocar el violín, ni hacer ningún tipo de deporte y ni tan siquiera escribir. Por mucho que meta aquí cuatro palabras y vaya vendiéndome para ello.
Cuando repartieron los genes decidieron a mi me tocaban esos y punto. Cualquiera reclama ahora.
No es ninguna novedad, siempre lo he sabido y he hecho lo que buenamente he podido, todo hay que decirlo.
Bueno, miento. Sí que tengo una capacidad sobrenatural e innata que Dios me ha dado y en la que destaco a base de bien: meterme en un drama tras otro y no dar una del derecho. En eso soy un as y nadie puede llevarme la contraria.
Lo malo de esto es que nadie te lo reconoce.
Es una habilidad nada valorada hoy en día.
No obstante, contribuyo a que los demás se sientan mejor cuando ven que no hay persona a su alrededor que meta tanto la pata como yo.
Lo peor de todo es que incluso a mi, con el tiempo, me hace gracia mi propia desgracia e intento amenizar las vidas ajenas con ello.
Sé tiene que ser un poco idiota para eso, lo sé.
Pero es que, o reímos o lloramos y.. ya hay demasiada pena en el mundo como para ponernos a llorar por mis tonterías del tres al cuarto. Porque soy consciente de que hay mil desgracias de verdad. Que, aunque a veces me cueste creerlo en vista de los hechos, tengo una suerte que no me la creo ni yo. Una vida fácil. Comodidad. Todo lo que muchas otras personas pueden desear.
Y claro, ante esto… pues mejor hacer ver que no pasa nada y que estamos bien. Porque eso es lo que me toca en teoría, ¿no? Estar bien.
Pues nada, lo dicho, que estamos bien.
Aunque no sepa cantar, ni bailar, ni tocar el violín o ser decente en ningún tipo de deporte.
Por mucho que mis dotes literarias dejen lo suyo que desear.