Nunca he sido una persona positiva.
Por lo general, he esperado siempre lo peor de absolutamente todo y he pronosticado todas las desgracias habidas y por haber. Aunque siempre para mi. Para los demás todo han sido arco iris, fuegos artificiales y las mejores predicciones que mi mente era capaz de elaborar.
Hasta que un día me dijé hasta aquí hemos llegado e intenté cambiar el chip. No recuerdo exactamente por qué, ni cómo, ni el momento exacto. Simplemente sucedió.
No voy a mentirte. No soy la persona más positiva sobre la faz de la Tierra. Y no me viene de serie ni está escrito en mis genes. Básicamente me esfuerzo día tras día en serlo. Intento buscar, a veces desesperadamente, aquello que me haga feliz o que me alegre un ratito. (Dios, que místico y de autoayuda suena, ¿En qué me estoy convirtiendo?). Como la lista de spotify de los lunes. O ver el mar un martes cualquiera. O una cervecita de estas que arreglan el mundo un jueves (qué mío es eso de poder arreglar cualquier cosa con una buena cerve). O una palabra bonita que alguien te regala. O un mensaje de alguien que se acuerda de ti. Yo que sé. Búscate la vida para encontrar algo de luz. No es tan difícil. Yo me he hecho una experta en eso. Voy por el segundo máster ya.
No soy del positivismo Mr. Wonderfuliano. Ni mucho menos. Las milongas que se las cuenten a otro. Creo que me gustó Mr. Wonderful durante unos meses cuando empezó a despegar. Luego me harté y me pareció demasiado azucarado, rosa (y eso que adoro el rosa) e irreal.
No, definitivamente alguien como yo no puede estar alistada en las filas de Mr. Wonderful.
Soy de un positivismo más de calle. Soy consciente hasta qué punto llegamos, llego, llega la vida. Un día malo no se arregla por mucho que sonrías, ni eres la repera cada maldito día de tu vida. Ni todos los días que estamos vivos somos felices o les sacamos partido. Hay días que son un auténtico asco (70% de probabilidades que sea un miércoles). Y no es tan fácil arreglarlos por mucha purpurina que les pongas. A veces, la única solución es que te acuestes y que llegue mañana.
Y no, no es que mañana, de repente, todo se arregle. No te voy a engañar. Simplemente, te has reseteado un poco y quizás puedes enfocarlo de otra forma. Puede que debas conformarte en que el día sea menos horrible que el anterior. Suena deprimente pero ya es algo. ALGO. Y eso es bastante positivo, ¿no?
Sí. Lo es.
Con este rollo de ser positiva y tal y cual (que debo decir que quién no me conoce me toma por miss feliz y ya me va bien), he descubierto que mi gran handicap siempre fue creer a pies juntillas en el futuro. Si simplemente me centro en hoy soy más feliz y positiva. Total, nadie sabe lo que va a suceder, por lo tanto, mejor ir trazando el camino con cada paso que doy y santas pascuas.
La vida la hacemos. Por lo tanto, hagámosla bien, ¿no? Hoy por hoy. Mañana ya veremos. Y si mientras vivo el hoy puedo estar contenta por las pequeñas cosas que me pasan, bienvenido sea.