#BONITALAVIDA

DE CUANDO TE INDEPENDIZAS

Independizarse.

1. tr. Dar la independencia a un país, a una persona o a una cosa. U. t. c. prnl.

No, no voy a empezar hablando de un tema tan controvertido como es la independencia de Cataluña. Suficientes discusiones enmascaradas en forma de debate, programas de televisión y tweets hemos tenido en los últimos meses para seguir dándole bombo al tema.

Hablo de otra independencia. La independencia de tus padres. De tu casa. De las normas que te impusieron desde pequeño. De los horarios. De la vida que, probablemente, has conocido desde siempre. Esa independencia que conlleva dejar de escuchar frases tan emblemáticas como: “Esto no es un hotel”,  “Un día cojo la puerta y me voy, y a ver qué hacéis sin mi” (por lo que se ve la puerta la has cogido tú antes), como vaya yo y lo encuentre, verás” y otras muchas perlas que parece que enseñen a toda madre cuando está pariendo.

La independencia mola. Creo que ídilicamente el 85% de los adolescentes y postadolescentes sueñan con ella (siempre debes salvaguardar un tanto por ciento de la población como exepción, just in case, que siempre conocemos a alguien que no está dentro). Mola porque te la imaginas compartiendo piso con tus amigos del alma, con birra en mano, riendo y de fiesta continuada (o con una copa de vino blanco y jazz de fondo si sois más postureo y modernillos).

LA REALIDAD NO SIEMPRE ES ASÍ. EVIDENTEMENTE.

No es así porque obviamente implica vivir en una cuadra o limpiar mucho (sobre todo si te tocan compañeros de piso con alta tolerancia a la suciedad), hacer lavadoras y tenderlas. Y ya ni hablemos de planchar. He dedicado una balda de mi armario a toda esa ropa que debe plancharse para cuando me inspire, que suele ser una vez cada mes y medio. Cocinar cada día y lo que es peor; fregar platos. Las cenas con los amigos en casa, las fiestas, los copeos… ¡lo más! Pero no es tan genial cuando te levantas al día siguiente con una resaca del quince y ves el panorama.

Y empiezan a pasar cosas, ¿sabes? Las sillas dejan de cumplir su función original para convertirse en percheros improvisados. El 50% del espacio de la nevera lo ocupan los tuppers y los beneras como el bien más sagrado y preciado. De hecho cualquier tupper que puedas rescatar, dónde sea, cuándo sea y cómo sea, vas a rescatarlo. Esa lavadora que querías poner durante el fin de semana, es imposible de poner porque está ocupada. El tiempo medio entre poner una lavadora y tenderla viene a ser de entre día y día y medio. Por muy cutre que pases a ser, en cualquier cena con más de 3 personas se usa menaje de usar y tirar, a ver quién es el guapo que limpia. (SPOILER: NADIE). Las arrugas en la ropa no están tan mal y el secador te salva de más de un apuro. Sí, mamá usaba fairy, vernel, Don Limpio, AirWick y cologar. Tú no. Hacendado, Carrefour, Sorli y Día son las marcas de referencia en casa.

Obviamente no todo es malo. Los días de resaca o los domingos invernales por la tarde de película, manta y el netflix que habéis robado al amigo de turno, son menos dramáticos. Las cenas en que, en teoría eráis cinco y acabáis siendo 10. Poder hacer lo que quieras, cuando quieras y como quieras sin dar una explicación. Juntar a unos y otros y terminar en multitud.  Arreglar el mundo por las noches, los consejos que jamás se siguen y las conversaciones sobre sexo y ligues.

Y luego esta esa parte emocional y más sentimental de cuando unos extraños o conocidos pasan a ser como tu familia. Para lo bueno y para lo malo.

Y cuando llegas y te los encuentras tirados en el sofá sientes que ya estás en casa.