#CITAS Y OTROS DESASTRES

DE TINDER Y OTRAS APPS.

A los veinticinco, veintiseis (empezamos bien si a estas alturas ya nos quitamos años) no es tan fácil conocer a alguien nuevo y del sexo opuesto como era a los 18.

Ni de broma.

Los motivos son muchos y de índole muy distinta:

  1. Ya no sales tanto. (Mi compañero de piso no cumple esta primera razón ni de lejos; sale fin de semana sí, fin de semana también. Y no le va mal, pero me va igual de bien a mi con Tinder.) El tema es que da muchísima pereza salir, sobre todo en invierno. Y además el 85% de tus amigas están prácticamente casadas. Convénzelas tu de salir cada semana. ¡Suerte!
  2. Tus circulos son los que son. A menos que trabajes en un lugar donde haya mucha rotación y cada día interactúes con personas distintas, en gran parte de las oficinas de una pyme pequeña o mediana las caras son las mismas los 365 días del año. A veces tienes suerte y hay una nueva incorporación y te emocionas en saberlo. (Hasta que ves que es una chica. Otra vez). Y en tu tiempo libre ves a las personas que ya conoces. No hay universidad con mil millones de personas, ni especiales ganas de ampliar los grupos ya existentes.
  3. Ya conoces al 90% de los amigos de tus amigos. Y no. O bien ya lo habéis intentado o bien ya están más que descartados.
  4. La mayoría de tios decentes y que potencialmente podrías plantearte como futuro X ya tienen novia. O son gays. O se van a vivir a otro páis. O ya viven en otro país.

Podría seguir. Pero ya ves que el panorama no es muy alentador.

Por eso, te acabas descargando Tinder. Y estos son los motivos que vas a enumerar para justificar que lo usas. ¿Realmente hace falta? Conozco a quién quiero donde quiero. Y al que esté pensando en ese argumento de: Es que claro, te preguntarán dónde os habéis conocido y dirás Tinder y… ¿Y qué? Mis padres se conocieron en una discoteca cuando en esa época aún eran bastante tradicionales. Debo superar ese encuentro acorde con mi generación. O no. Pero, ¿qué más da donde conoces a alguien? Hollywood hizo mucho daño a las expectativas, pero de eso voy a dedicarme a hablar otro día.

Total, que te descargas Tinder y empiezas con el juego. Porqué sí, es un maldito juego. Escoges 4 fotos en que salgas medianamente decente (otro día dedicaré un post acerca de consejos para parecer y fichar a una persona NORMAL en Tinder), escoges el rango de edad, los km y venga,

¡Qué empiece la fiesta!

Tinder es como jugar a ser Dios. Elecciones sencillas basadas en aquellos aspectos subjetivos que te hacen sentir atraído hacía alguien. Y eso mola. Mola mucho. Porqué, por una vez en tu vida, sientes un poder por encima de cualquier cosa y sin que nadie te juzgue por las decisiones que tomas. No hay riesgos. No te enfrentas a esa vergüenza de: ¿Y si no le gusto? Si no le gustas nunca sabrá que a ti sí y tan a gustito. Y si dáis match pues ¡congratulations campeón/a!

Básicamente es como estar en una discoteca/pub/llámale X permanentemente. Sigues teniendo las opciones que tendrías en tu vida normal, pero añadiendo un plus bastante gigante de personas del sexo opuesto (o del mismo sexo, que sobre gustos no hay nada escrito).

Por probar, no se pierde absolutamente nada.

Y lo que hagas luego de dar match, ya es otra historia.